¡Hola a todos!
Me llamo Marta y espero que me acompañéis en las próximas semanas mientras os vaya explicando mi nueva vida como emprendedora. Hoy quiero explicaros por qué me animé a iniciar mi nuevo proyecto como asesora financiera.
Esta nueva etapa de mi vida la estoy disfrutando mucho, estoy rebosante de ilusion, no paran de surgirme nuevas ideas y planes y tengo unas ganas locas de avanzar. Pero desgraciamente lo que me motivó a dar el paso no fueron sentimientos tan positivos: frustración, rabia, inseguridad, tristeza...
Soy licenciadada en Económicas y tengo un master en Finanzas del que me siento muy orgullosa ya que tuve que compaginarlo con un exigente trabajo en una multinacional donde la cantidad de horas de trabajo nunca acabaron dando los frutos que esperaba.
Empecé trabajando en las condiciones más precarias, con un contrato de prácticas para poder demostrar mi talento y adquirir la tan demandada experiencia que no puedes conseguir sin pasar por un perido de trabajo no remunerado. Mi primer contrato con sueldo no daba para mucho, pero lo había logrado a base de trabajo, esfuerzo y ganarme la confianza de mis superiores. Y así ha sido siempre. Muchas horas, mucho sacrificio y pequeñas recompensas. Pero ha llegado un momento en el que he tenido que decir basta.
Llevaba más de 10 años en la empresa, conocía todos los protocolos internos, había aportado nuevos clientes, consolidado a los existentes, y claramente había demostrado ser una trabajadora responsable, eficaz, resolutiva, proactiva. Una joya, vamos! Pero todas esas virtudes, nuevamente, no fueron suficientes para aspirar a un merecido ascenso y una notable mejora salarial. Mi oportunidad, dijeron, me llegaría. Pero debía tener paciencia (de nuevo). Gracias a ellos había ido ascendiendo en la empresa y cuando estuviera preparada podría lograr un puesto de mayor responsabilidad.
¿Gracias a ellos? No era gracias a mi esfuerzo, ni a mis conocimientos adquiridos todos estos años, ni a mi talento. Dijeron que todo lo que había logrado era gracias a ellos, pero lo que yo sentía era que de ellos apenas obtenía migajas comparado con todo lo que estaba aportando a la empresa.
Esa noche decidí que me iba, ya no aguantaba más, pero estaba tan rabiosa que no era capaz de pensar con claridad y necesitaba remplantearme mi futuro. Hablé con amigos, leí algunos artículos interesantes y escuché a personas inspiradoras como Steve Jobs o Vitor Kuppers. Y hubo una frase que leí de Nolan Bushnell, fundador de Atari, que me marcó especialmente:
"El ingrediente más importante es levantarte y hacer algo. Así de simple. Muchas personas tienen ideas, pero solo algunas deciden hacer algo hoy. No mañana. No la siguiente semana. Sino hoy. El verdadero emprendedor actúa en lugar de soñar"
Me di cuenta que no debía esperar a que me dieran mi oportunidad, sino que debía crearmela yo misma. Transformé esa frustración, ese miedo, esa inseguridad, esa rabia en determinación, ilusión, ambición y confianza. Cada día es una aventura que merece la pena vivir y realmente os recomiendo a todos aquellos que os estéis planteando dar este paso que os permitáis el placer de probarlo. ¡Una vez empiezas no puedes parar!
De momento tengo una estructura pequeña, pero ahora que ya he consolidado a mis primeros clientes y he asentado una red de colaboradores, ya puedo empezar una segunda fase para ir creciendo y permitir que más personas puedan compartir mi aventura. Pero eso ya mejor os lo explico en la próxima entrada.
¡Hasta pronto!
Me llamo Marta y espero que me acompañéis en las próximas semanas mientras os vaya explicando mi nueva vida como emprendedora. Hoy quiero explicaros por qué me animé a iniciar mi nuevo proyecto como asesora financiera.
Esta nueva etapa de mi vida la estoy disfrutando mucho, estoy rebosante de ilusion, no paran de surgirme nuevas ideas y planes y tengo unas ganas locas de avanzar. Pero desgraciamente lo que me motivó a dar el paso no fueron sentimientos tan positivos: frustración, rabia, inseguridad, tristeza...
Soy licenciadada en Económicas y tengo un master en Finanzas del que me siento muy orgullosa ya que tuve que compaginarlo con un exigente trabajo en una multinacional donde la cantidad de horas de trabajo nunca acabaron dando los frutos que esperaba.
Empecé trabajando en las condiciones más precarias, con un contrato de prácticas para poder demostrar mi talento y adquirir la tan demandada experiencia que no puedes conseguir sin pasar por un perido de trabajo no remunerado. Mi primer contrato con sueldo no daba para mucho, pero lo había logrado a base de trabajo, esfuerzo y ganarme la confianza de mis superiores. Y así ha sido siempre. Muchas horas, mucho sacrificio y pequeñas recompensas. Pero ha llegado un momento en el que he tenido que decir basta.
Llevaba más de 10 años en la empresa, conocía todos los protocolos internos, había aportado nuevos clientes, consolidado a los existentes, y claramente había demostrado ser una trabajadora responsable, eficaz, resolutiva, proactiva. Una joya, vamos! Pero todas esas virtudes, nuevamente, no fueron suficientes para aspirar a un merecido ascenso y una notable mejora salarial. Mi oportunidad, dijeron, me llegaría. Pero debía tener paciencia (de nuevo). Gracias a ellos había ido ascendiendo en la empresa y cuando estuviera preparada podría lograr un puesto de mayor responsabilidad.
¿Gracias a ellos? No era gracias a mi esfuerzo, ni a mis conocimientos adquiridos todos estos años, ni a mi talento. Dijeron que todo lo que había logrado era gracias a ellos, pero lo que yo sentía era que de ellos apenas obtenía migajas comparado con todo lo que estaba aportando a la empresa.
Esa noche decidí que me iba, ya no aguantaba más, pero estaba tan rabiosa que no era capaz de pensar con claridad y necesitaba remplantearme mi futuro. Hablé con amigos, leí algunos artículos interesantes y escuché a personas inspiradoras como Steve Jobs o Vitor Kuppers. Y hubo una frase que leí de Nolan Bushnell, fundador de Atari, que me marcó especialmente:
"El ingrediente más importante es levantarte y hacer algo. Así de simple. Muchas personas tienen ideas, pero solo algunas deciden hacer algo hoy. No mañana. No la siguiente semana. Sino hoy. El verdadero emprendedor actúa en lugar de soñar"
Me di cuenta que no debía esperar a que me dieran mi oportunidad, sino que debía crearmela yo misma. Transformé esa frustración, ese miedo, esa inseguridad, esa rabia en determinación, ilusión, ambición y confianza. Cada día es una aventura que merece la pena vivir y realmente os recomiendo a todos aquellos que os estéis planteando dar este paso que os permitáis el placer de probarlo. ¡Una vez empiezas no puedes parar!
De momento tengo una estructura pequeña, pero ahora que ya he consolidado a mis primeros clientes y he asentado una red de colaboradores, ya puedo empezar una segunda fase para ir creciendo y permitir que más personas puedan compartir mi aventura. Pero eso ya mejor os lo explico en la próxima entrada.
¡Hasta pronto!